Mazatlán, Sin. (RI Noticias).-Una vez más, el 19 de octubre se ha teñido de rosa para conmemorar el Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama, una jornada vital para generar conciencia y apelar a la detección temprana. Las cifras del INEGI y el INSP nos recuerdan la urgencia: esta enfermedad es la principal causa de muerte por tumores malignos en mujeres, con una tasa de defunciones que, en lugar de disminuir, ha escalado de 15.7 por cada 100,000 en 2015 a 18.7 en 2024. No obstante, al término de la sensibilización, queda un sabor amargo de profunda decepción: ¿de qué sirve tanta llamada a la prevención si el sistema de salud no está preparado para responder?
El problema en México no radica únicamente en la falta de conocimiento sobre la autoexploración o el tamizaje, sino en la abrumadora precariedad de las instancias de salud pública que deberían ser el primer y último refugio para las pacientes. Se nos pide, con razón, que acudamos a la revisión oportuna, pero muchas mujeres que valientemente lo hacen se encuentran con un muro de deficiencias. La esperanza de un diagnóstico temprano se desvanece ante la falta crónica de infraestructura hospitalaria adecuada, la escasez crítica de medicamentos esenciales para el tratamiento y, lo más frustrante, los meses de espera para una simple cita de seguimiento o la realización de estudios especializados.
Esta desatención se convierte en una condena silenciosa. La detección temprana “salva vidas”, nos aseguran, pero ¿qué sucede cuando un diagnóstico a tiempo choca con una lista de espera interminable para una biopsia o el inicio de quimioterapia? La enfermedad avanza sin piedad mientras las mujeres esperan en la burocracia, pasando de la angustia a la desesperanza. Las barreras para el diagnóstico, el acceso y el tratamiento integral persisten, y son estas fallas estructurales las que minan cualquier esfuerzo de prevención.
La cruda verdad es que la conmemoración se siente vacía, casi cínica, cuando se contrasta con la realidad en el consultorio y en el pasillo de espera. Mientras el cáncer de mama arrebata la vida de miles de mexicanas (8,451 defunciones preliminares en 2024), el sistema de salud parece estar en una crisis permanente que agrava el sufrimiento. Es una crítica decepción constatar que, a pesar de la gravedad de la situación, la atención médica que se ofrece no está a la altura de la necesidad, fallándoles a las mujeres en el momento más vulnerable.
El llamado a la acción debe trascender el color rosa de un día; debe exigir una reestructuración profunda y un presupuesto real que garantice infraestructura, personal y medicamentos. Si la detección temprana es la clave, el acceso oportuno y de calidad al tratamiento es la cerradura. De lo contrario, seguiremos viendo cómo la tasa de mortalidad aumenta, haciendo de cada llamado a la conciencia una dolorosa burla a la realidad que miles de pacientes enfrentan.
 
  
  
  
 



