CDMX.- Quinientos años después de que Hernán Cortés pisara la arena de Veracruz con el rumor de tambores mexicas en el horizonte, el fantasma de aquel hecho histórico regresó en una tensión diplomática entre México y España por la exigencia de los gobiernos de la llamada Cuarta Transformación para que España pida perdón por La Conquista.
Durante su presidencia Andrés Manuel López Obrador escribió una carta en la que demandó una disculpa pública del gobierno español por los agravios y vejaciones; ignorado por la Corona y sus funcionarios, México “enfrío” su relación diplomática. Sin embargo, ahora con Claudia Sheinbaum Pardo al frente de Palacio Nacional, un nuevo capítulo político se delinea.
Ayer viernes, Sheinbaum Pardo celebró el primer paso de una “reconciliación”, luego de que el ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, concedió que hubo “dolor e injusticia hacia los pueblos originarios”. Pero, aunque no mencionó la palabra “perdón, ni invocó La Conquista por su nombre, el funcionario se dirigió en un tono diplomático templado por la urgencia de la reconciliación y agradeció también el refugio que México ofreció a los exiliados de la dictadura franquista bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas, tejiendo un hilo de gratitud que busca equilibrar la balanza histórica.
En su libro Diario de una transición histórica, que empezó a circular la última semana de octubre, publicado por Planeta, la presidenta revela un pasaje sobre las tensiones entre México y España:
“Platiqué con el presidente sobre mi decisión de no invitar al rey de España a mi toma de posesión. Me respondió que no era necesario que yo asumiera las discrepancias que él había tenido con la Corona española. Le dije que, en primer lugar, yo estaba de acuerdo con el planteamiento que él había hecho al rey; y, en segundo lugar, que ningún presidente debe pasar por alto que un gobernante o jefe de Estado de otro país trate con desdén o intente menospreciar a un presidente, y menos a alguien como él, tan profundamente querido por su pueblo.
La mandataria relata que “la ofensa del rey de España no fue sólo contra el titular del Ejecutivo, lo cual ya era inaceptable, sino también contra el pueblo de México. A las y los mexicanos se nos respeta, y así debemos exigirlo frente al mundo entero”.
Y en efecto, la invitación a la toma de posesión de la primera presidenta de México no ocurrió, no se invitó al rey Felipe VI, un gesto sin precedentes que Madrid interpretó como afrenta personal. España, en represalia, no envió representante alguno.
En medio de esa reflexión Sheinbaum evoca al filósofo francés Paul Ricœur, quien dijo que “el perdón exige la memoria y se opone al olvido, dado que nos permite y demanda enfrentar el problema de la representación del pasado en el plano de la historia”.
En la parte final de su texto, la mandataria refiere que:
“Por eso, seguiremos insistiendo en el perdón que debe solicitar el jefe del Estado español a los pueblos originarios de México. Porque la memoria no solo nos reclama justicia, también nos convoca a escribir otra historia con dignidad.
Este viernes 31 de octubre en su conferencia mañanera la presidenta recogió el guante con una sonrisa mezclada de alivio y proyectó el video con las declaraciones de Albares para clamar:
“Enhorabuena por este primer paso, canciller español. Es la primera vez que una autoridad del gobierno español habla de lamentar la injusticia de La Conquista. El perdón engrandece a los pueblos, no es humillante. Al contrario. Reconocer la historia, reconocer los agravios… engrandece a los gobiernos.
Sin embargo, este avance diplomático no está exento de sombras internas. En España el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, reprendió a Albares con la vehemencia de un cruzado: “No me voy a avergonzar de la historia”.
Para sectores conservadores, este reconocimiento huele a rendición, a una capitulación ante la “leyenda negra” que Octavio Paz describió como el espejo deformado donde América se ve a sí misma. En su libro El laberinto de la soledad, el poeta afirmó que La Conquista no es sólo pasado, es el mestizaje que nos define.
Al final, esta crisis no es sólo política; es un acto de catarsis colectiva. México, tierra de volcanes dormidos y códices quemados, exige no venganza, sino visibilidad. Y aún falta ver qué ocurre por parte de la Corona y el gobierno españoles.




