En un contexto donde el huachicoleo ha sido históricamente un fenómeno ligado al robo de combustibles, la delincuencia organizada ha comenzado a diversificar sus prácticas ilícitas, extendiendo sus redes hacia sectores como la producción de azúcar y el cultivo de camarón.
Este cambio ha generado grandes impactos económicos y sociales, pues ahora no solo se ven afectadas las gasolineras, sino también industrias clave para la economía mexicana.
En el caso del azúcar, las autoridades han detectado una creciente falsificación de productos, en los que se emplean métodos ilegales para modificar la calidad y el origen de la caña. En lugar de ser procesado de forma legítima, el azúcar “huachicoleado” se introduce en el mercado a precios más bajos, lo que afecta a los productores legales y crea una competencia desleal.
Por otro lado, en la industria camaronera, el huachicoleo se ha infiltrado en las redes de distribución, donde grupos criminales se encargan de extraer y comercializar mariscos de forma clandestina.
Estándares sanitarios
Estos productos no solo no cumplen con los estándares sanitarios, sino que también afectan el valor del camarón legítimo, perjudicando tanto a los pescadores como a los consumidores.
Los efectos de esta situación no se limitan a las afectaciones económicas, sino que también generan un clima de inseguridad en las regiones involucradas.
En particular, los trabajadores de estos sectores se enfrentan a amenazas y extorsiones por parte de los grupos del crimen organizado, lo que ha generado un ambiente de miedo y desconfianza.
En consecuencia, las autoridades han intensificado las acciones para combatir estos delitos, pero la expansión del huachicoleo a sectores menos visibles pone de manifiesto la necesidad urgente de reforzar los controles en toda la cadena productiva.
La lucha contra este flagelo requerirá no solo de un esfuerzo conjunto entre las fuerzas de seguridad, sino también de un mayor compromiso por parte de las empresas e industrias para fortalecer la legalidad en sus operaciones.
